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Monasterio Benedictino de la Resurrección

Ñaña - Lima
Chucuito - Puno
Peru

Familia benedictina: Una Diversidad en Unidad

Somos una familia benedictina, con rostros, culturas, edades y estilos de vida diferentes:

Somos monjes benedictinos belgas, que mantienen vivos la historia y los vínculos dinámicos y madurados con el monasterio fundador, San Remacle, de Wavreumont, Bélgica.

Somos laicos y laicas benedictinas que participen en una Fraternidad Benedictina, alrededor de la Palabra, la lectio divina, el compartir y el trabajo común; parejas y familias quienes optan por otras maneras de relación con sus vecinos, comunidades, compañeros de trabajo, y los necesitados.

Somos oblatas regulares; mujeres solteras o viuda, quienes optaron por la vida monástica y, en compartir todo aspecto de la convivencia, oración litúrgica y contemplativa, y trabajo para el bien común, en el espíritu célibe y orientado a la libertad interior como hijos e hijas de Dios, se ha transformado un monasterio masculino en una comunidad monástica mixta.  Así, apoyándonos en el Espíritu Santo, nos volvemos tejedores de nuevas relaciones del Reino.  Apreciamos especialmente la vocación particular de una hermana ermitaña contemplativa inserta en un barrio popular de Ñaña-Lima. De esta manera, está presente en nuestro arco iris comunitario una dimensión esencial de la Tradición monástica benedictina.

Somos oblatos y oblatas seculares; laicos y laicas, casados o solteros, quienes se comprometen en la comunidad desde sus propios compromisos profesionales, misioneros y pastorales, de manera individual; incorporando en sus vidas la espiritualidad de San Benito.

Este amplio abanico de formas de discipulado, se encarna en las diversas culturas, origen social y nacionalidades de los que provenimos. Formamos así un tapis en proceso lento de realización, a la manera de los tejidos andinos.

Este taller de pueblo de Dios retejido parece atraer  a personas en búsqueda de Reino. Constantemente acogemos a hombres y mujeres, religiosos, laicos, sacerdotes, creyentes o no, venidos del mundo entero, especialmente América Latina y del Norte, pero también de Europa, que pasan largas temporadas de uno o varios meses (a veces un año completo o más) en el seno de la comunidad monástica, ampliando nuestra “tienda” a la dimensión del mundo.