La vida benedictina se inició en el siglo VI, en Subiaco (Italia). San Benito escribió su Regla para orientar la vida monástica de sus seguidores y seguidoras, en la fidelidad al Evangelio y tratando de realizar el equilibrio entre oración, trabajo, hospitalidad y vida fraterna. Esta Regla sabia nos inspira en nuestro tiempo de posmodernidad, para tratar de realizar entre nosotros y nosotras un pequeño Reino de Dios en miniatura, desde nuestra humilde condición de pecadores y pecadoras.